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Domingo7

Regreso a mis raíces: un libro agradable y necesario

HUGO ÁVILA GÓMEZ

 

Regreso a mis raíces es un libro agradable y necesario. Agradable porque es un placer leer los recuerdos de alguien que fue niño y que con aquella inocencia platica la vida de rancho como una fiesta permanente. Los baños en el río, las noches bajo la protección de los monos de tazole, las comidas a la orilla del barbecho, el rito de hacer gorditas de horno, las pláticas y las enseñanzas del papá, los juegos infantiles, el rancho de aguas, la entrada a clases, la ordeña de vacas, la comida de cuaresma, las bodas, las idas a la leña, la siembra y el trabajo en el barbecho, cuidar vacas, las aventuras por entre aquellos valles, cerros y barrancas. Es algo atractivo asomarse a las memorias de otro, porque en ese viaje aparecen los propios recuerdos.

Este uno de los méritos del libro de Daniel Rivas Méndez: nos lleva a recordar el pasado, la vida rural desde 1930 hasta la década de 1970. Un recuento de los lugares, las personas, las actividades, las costumbres y los modos de vivir en la región de Milpillas. Un repaso que deleita. A través de vivencias personales el autor nos pone delante de una cultura: el mundo rural de Milpillas, y con ese repaso, a través de esa ventana, observamos el campo de todas las épocas y de todos los lugares. Civilización agraria que está desapareciendo, empujada por el avance de la cultura postindustrial, urbana y de la sociedad de la información.

En este libro encontramos vestigios de un modo de vida que se extingue: baños en el río, casas de piedra, madera y barro, comida natural, dormirse temprano, sembrar con yunta de bueyes o de caballos, absoluto respeto de los menores hacia los mayores de edad, rondas y juegos infantiles, modo de vida autosuficiente.

Junto a las anécdotas y al valor testimonial de este libro, su lectura nos lleva a reconocer que el pasado guarda valiosas lecciones para el presente. Conocer el pasado es importante para aprender valores, modos de resolver problemas, maneras de organizarse que siguen siendo válidas para el presente y, sobre todo, para el futuro. Paso lista a algunas muestras de la utilidad de saber cómo era la vida antes, que aparecen en el libro Regreso a mis raíces:

a)     Vida autosuficiente: la gente fabricaba su ropa, cultivaba lo que se comía, hacían sus propios juguetes (trompos, papalotes, hondas, arcos, zumbadores), elaboraban sus sogas, mecates y piales; criaban puercos, aves de corral y ganado mayor; recogían su propia leña, hacían sus propios cigarros, preparaban los postres y golosinas (gorditas de horno, arroz con leche, mechócote, ponteduro, melcochas. Obligados por la necesidad, nuestros mayores eran creativos y buenos para resolver la vida con sus propios medios.

b)     Época de solidaridad y de hospitalidad: peonadas en la pizca, compartir el bocado cuando se mataba puerco, ayuda a la familia del novio para cocinar y servir en la fiesta (la novia recibía el regalo de mujeres de su familia que le hacían el vestido); el caminante siempre encontraba comida y techo en las casas que encontraba a su paso. Este sentido de ayudarse unos a otros y de ser hospitalarios son valores que merecen seguir vivos.

c)      Sabiduría de la gente grande que podía leer en el libro de la naturaleza: cuándo va a llover, cuándo llega la calma, cuándo cortar madera para vigas o puertas. Hoy, leemos libros, periódicos, la red de internet, cuentas bancarias, anuncios en la televisión, pero nos hemos vuelto analfabetos del manual de la naturaleza: no conocemos muchas aves silvestres, ignoramos las señales del cielo, no sabemos como se llaman muchas plantas y árboles que tenemos en nuestra región. Y esto no sólo ignorancia en cultura general, sino que también, con este analfabetismo acerca de lo natural, perdemos sabiduría para vivir.

 

Otro mérito de este libro es que el autor tuvo la disciplina y la creatividad para poner en papel los sentimientos, las vivencias y las palabras “de los recuerdos que acosan, que se cruzan por la mente como guías de plantas trepadoras”. Sin duda, cumplió con un compromiso de conciencia, con un sueño de esos que anima la vida y que no tiene recompensa en dinero. Su ganancia está, muy probablemente, en que ahora, la gente que lo conoce, le tiene más aprecio, porque se atrevió a la virtud de crear un libro, una obra con la que el ser humano trasciende y llega al corazón de los demás.

Felicidades al ingeniero Daniel Rivas Méndez porque tuvo la valentía y la fortuna de llevar su obra a la imprenta, de publicar un texto que ahora es recibido con agradecimiento por los lectores y que despierta recuerdos, emociones, anhelos, y proyectos. Por eso es un libro agradable y necesario.

 

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