Política: ¿Amigos vs. enemigos?
JAVIER VARELA
En el mes de enero pasado sucedió un debate interesante en el periódico Imagen. En la columna El RunRún se llamó delincuencia desorganizada a los actos y ambiciones de quienes participan en los partidos políticos. El ingeniero Gilberto del Real, expresidente del PRD, respondió que es exagerado meter en el mismo costal a todo mundo, siendo que en todos los partidos existen samaritanos, es decir, personas que de buena fe buscan la democracia. Argumentó que no se puede decir que todo está mal en los partidos, porque eso equivale a dividir la sociedad en buenos y malos, blanco y negro absolutos, sin matices.
El autor de la columna recogió la crítica y concedió: “Tiene razón Gilberto del Real. Nos excedimos al llamar ‘delincuencia desorganizada’ a los partidos políticos. Una disculpa. Pero debe saber que la idea fue de un expresidente estatal de su partido: el PRD. Y una súplica a Gilberto. Si sabe de políticos -además de él, suponemos- que no engañen a la gente con promesas falsas, que no antepongan sus intereses a los de la sociedad, que no usen los cargos públicos para enriquecerse y no trafiquen con influencias, mándenos los nombres”.
La pregunta sigue en el aire, esperando que alguien la baje para informar que sí hay políticos que cumplen sus promesas, que piensan primera en la sociedad y luego en su propio bien, que hacen buen uso de la autoridad y que no usan el cargo como palanca de enriquecimiento. ¿Usted conoce alguno?
El problema empieza cuando son los propios políticos profesionales quienes han dividido la sociedad en buenos y malos. Del lado de los buenos están los amigos, los incondicionales. Del lado de los malos están los otros, los enemigos, los que están en otro grupo con intereses distintos.
La política es entendida como la creación de grupos para identificar a los amigos y luchar contra los enemigos. A los amigos se les apoya, con ellos se tejen alianzas, se buscan metas comunes; y a los enemigos se les combate, donde quiera que se encuentren. Son amigos quienes están de acuerdo con los intereses del pequeño grupo; son enemigos quienes tienen intereses diferentes. Eso hace que hasta en el propio partido haya enemigos.
En eso hemos convertido la política, una lucha entre amigos contra enemigos. Todo se reduce a luchar por el poder, alcanzar posiciones de privilegio, de puestos, a buscar la cercanía del cajón del dinero, de donde se toman las decisiones. Y a combatir a los enemigos, para que no estorben.
El PAN, cuando era oposición peleaba a muerte contra la corrupción, los negocios particulares a costa de los cargos públicos; y estaba a favor de la honradez y el respeto al pueblo. Dos sexenios de gobernador en Jalisco (un ejemplo cercano) y uno en la presidencia de la República, bastaron para que el PAN hiciera a un lado los principios. Lo mismo el PRD nacional, el de Zacatecas, y no se diga el PRD del municipio del Teul. Del PRI no ponemos ejemplos, 80 años de gobierno hablan por sí mismos.
Buscar amigos para aliarse contra los enemigos, y repartirse los frutos de lo mal habido, sólo ha servido para que el común de la gente rehuya de la política. El sólo hecho de mencionar la palabra política, produce desconfianza, asco y fastidio en muchas personas.
Los políticos han vuelto indigno su trabajo. Su ambición y sus miras apegadas al dinero, al poder y a la fama, han vuelto irreconocible una actividad noble. Porque es meritorio que una persona comente en su familia los asuntos de interés para la comunidad; es de reconocerse que esa misma persona salga a la calle y siga comentando sus inquietudes con los vecinos. Y así, es necesario que esas voces y esas pláticas se organicen en grupos de ciudadanos que buscan solucionar los problemas del lugar donde viven. Esa es la auténtica política. La participación de la gente en la búsqueda del bien común.
Entender la política como lucha de amigos contra enemigos para hacerse de poder y juntar un dinerito para su vejez (como dice el más famoso de los actuales políticos teulenses) es una actitud mezquina que hace que se pierda de vista el fin más importante, el objetivo mayor: luchar por el bien de toda la población.
Sin embargo, frente a la corrupción de quienes gobiernan, existen en todo el mundo importantes esfuerzos de organizaciones con base comunitaria que se ocupan seriamente de servir a su terruño. Son grupos cada vez más amplios de ciudadanos que ya no les preocupa tanto por quien votar, y en lugar de poner todo su empeño en buscar representantes (presidentes, diputados, gobernadores), deciden tomar directamente en sus manos la actividad política. Ya no delegan, actúan. Ya no exigen sin ton ni son, se comprometen en acciones positivas.
Ese es un buen aprendizaje: dejar de pensar que otros resolverán los problemas que nos molestan; dejar de poner nuestras esperanzas en extraños. Mejor conversar, salir de nuestra casa, unirnos con quienes piensan que esta sociedad todavía tiene remedio y empezar a caminar y a luchar, que las soluciones no vienen solas, hay que trabajarlas y edificarlas. Así ha sido siempre.
En resumen: la política es necesaria porque es oportunidad de participar para ser mejores personas, porque el bien personal sólo se encuentra hasta que se lucha por el bien social. Meterse en los asuntos de la comunidad es mostrar interés por la propia vida. La idea de política se corrompe cuando se vuelve deseo egoísta por el poder y guerra contra los enemigos. El reto es cooperar con gente de buena voluntad para generar condiciones de bien individual y bien colectivo. Con autonomía, sinceridad, libertad y alegría.
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