Javier Chávez: cantor de la belleza vivida
HUGO ÁVILA GÓMEZ
tenemos dos ojos.
Con uno contemplamos las cosas del tiempo,
efímeras, que desaparecen.
Con el otro contemplamos las cosas del alma,
eternas, que permanecen.
(Ángelus Silesius, sacerdote, teólogo y poeta alemán, 1624-1677)
El ser humano posee dos formas de mirar. Con la primera observa las cosas que llegan, se quedan por un momento y se van para no volver. Así vemos los sucesos de todos los días, el mundo de fuera, lo que pasa y desaparece: noticias, chismes, conocimientos que pronto se olvidan. El segundo modo de ver aprende a guardar las cosas que llegan para quedarse, los hechos que se viven y no mueren. Esta manera de mirar va al fondo del alma, donde están las cosas olvidadas, los recuerdos valiosos, el mundo de dentro. Ahí moran los sueños, el amor, la belleza, los poemas, los cuentos, el pasado feliz.
El poema de Ángelus Silesius nos ayuda a recordar a Javier Chávez Rivas, un teulense que nació el 11 de enero de 1929. Sus primeros 20 años de vida los pasó en su pueblo, en su familia, haciendo lo que todos los muchachos de esa época: primaria hasta sexto, ir al rancho en tiempos de aguas, ayudando en el trabajo de la familia. A raíz de un disgusto con su papá se fue a la ciudad de México, a construir un porvenir.
Llegó a la ciudad sin equipaje, sin saber a quien buscar, sin nada. Lo único de valor que llevaba eran las cosas que llevaba en el corazón. Recuerdos imborrables, vivencias, pláticas, deseos de sobrevivir.
Con el tiempo, ya reconciliado con su padre, regresó al terruño cada año. Como peregrino que regresa al santuario. A nutrir su espíritu de los aires campesinos del Teul. Ese fue su alimento. Eso es lo que lo mantiene vivo.
Don Javier Chávez es el más apasionado por las cosas del Teul. Las horas antiguas de su niñez y juventud quedaron más cerca de él, que otras más recientes. El próximo año se cumplirán 60 que llegó a la ciudad más grande de la república. En todo este tiempo no ha dejado de frecuentar a los paisanos que viven en la capital del país. Los convoca, anima las tertulias, pregunta por las nuevas de su tierra y platica las viejas. Sobre todo eso: platica y platica. Sin parar, con una pasión que no conoce límite. Su tema favorito es el Teul.
Junto con otros amigos fundó un periódico en la ciudad de México para escribir del terruño: “El Teulense”. En su casa nació este periódico y en su casa lo mantuvieron de pie. Ahí se reunían los teulenses que sintonizaban con los ideales de don Javier. Hacer el periódico era una fiesta. Todo era convivir, platicar, hacer recuerdos, escribirlos y ponerlos en el papel que luego circulaba entre amigos y conocidos. Todo un ritual mensual de amor por la patria chica.
Don Javier es una persona extraordinaria. Conserva la hospitalidad de la gente de rancho. A su casa todo mundo es bienvenido. Y cuando pudo, mientras fue asistente del director general de BANAMEX, ayudó a conseguir trabajo a decenas de paisanos que buscaron fortuna en el infierno de la ciudad.
Vive de lo que lleva en el alma. Esa es su fuerza y su bondad. De ahí resulta su don de narrador. Conoce miles de historias, recuerda intensamente a las personas de su tiempo teulense. Revive los hechos, repasa los lugares, valora todo lo vivo de aquellos ayeres. Y canta, canta al Teul. La música popular la lleva como la carne del cuerpo. Su sentimiento desbordado se vuelve boleros, corridos, sones; que él mismo compone. Tiene un repertorio de decenas de canciones cuya melodía está en su pecho y la letra en un cuaderno que su esposa, Cuca, ha ido escribiendo con paciencia.
Este 11 de enero don Javier Chávez cumple 79 años de edad. Nos acordamos porque pocos como él para ver con el segundo ojo. Pocos como él para conservar la belleza de lo vivido y salvarla de la muerte. Don Javier es un enamorado del Teul. El Teul es su pasión, su aire, su inspiración, su cariño… su vida. ¡Feliz cumpleaños, don Javier! Usted es parte del Teul entrañable, ese Teul vivo que no morirá. Usted está en la médula del aliento de este pueblo.
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