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Domingo7

Editorial

Siembra vientos,

cosecharás tempestades

 

El fin de todo gobierno es procurar el bien común, ver que se garanticen los derechos de las personas, que éstas cumplan sus obligaciones y que, en la medida posible, prevalezca la armonía y la justicia. Un gobierno es quien encabeza los esfuerzos para que cada familia y todas las personas vayan gozando de medios adecuados para vivir.

El problema de México ha sido que los gobiernos piensan más en su propio beneficio que en las necesidades de la colectividad. Llegan tres o seis años con la avidez de juntar un buen capital para gozar un porvenir de tranquilidad y sin preocupaciones económicas. Para nuestros gobernantes vale más el propio egoísmo que el bien de la comunidad. Así ha sido y quien sabe por cuánto tiempo así continuará siendo.

El caso del actual presidente municipal, Enrique Larios Arellano, confirma esto que todo mundo sabe de los gobernantes. No aceptó la propuesta de la oposición de disminuir su sueldo, el de él, el de todo el ayuntamiento y de sus principales colaboradores. Rechazó cobrar una percepción razonable tomando en cuenta que vivimos en un municipio chico y con bajo presupuesto. Y la situación se complica tomando en cuenta que recibió un municipio en bancarrota, endeudado y con diversos compromisos que el anterior presidente, con demasiada irresponsabilidad, transmitió al actual gobierno.

Por si fuera poco, Enrique Larios, aconsejado por sus asesores, sigue actuando como si todavía anduviera en campaña, y considera que los miembros de los demás partidos siguen siendo sus enemigos. Ha tomado varias decisiones que explican que él no quiere acuerdos. Llegó golpeando. Dividiendo.

Despidió sin motivos a Hugo Aldemar Carrillo del consejo municipal de desarrollo rural sustentable. Para empezar, a Hugo no le permitieron la entrada a la reunión donde se trataría el asunto de designar el técnico asesor del consejo. El presidente no quería que estuviera presente para poder decir que Hugo había renunciado y que tenía meses sin trabajar, cuando la realidad era otra. Sin embargo, no se le dio la oportunidad de defenderse. Y en esa reunión se eligió a Alejandrina Ávila Vera, hija de Pedro Ávila y de la regidora Ramona Vera. Un caso más de nepotismo que la oposición ha denunciado.

En las reuniones de cabildo, el presidente municipal, lejos de promover la concordia y el entendimiento, ha tenido actitudes de soberbia y de imposición. A fuerzas quiere que el tesorero municipal sea una persona que, según lo que establece la ley orgánica del municipio, no puede tener un cargo dentro de la presidencia, por ser cuñado de una regidora (del PRD, por cierto). Y en lugar de platicar razonablemente el tema, el presidente ignora a la oposición y recurre a evasivas y chicanas que le ayuden a ganar tiempo. Ganará tiempo, pero pierde algo más valioso: autoridad moral frente a los regidores y frente al pueblo. Lo mismo hizo en el caso de la secretaria de gobierno, que era, al mismo tiempo, abogada litigante, y Enrique Larios despreció una solicitud de tres abogados, que sólo pedían que el asunto fuera discutido en la sesión pública de cabildo. Impidió que el caso fuera tratado en la sesión pública del ayuntamiento. Ignorando a la gente, el presidente municipal sólo hace todo lo posible por ganarse el desprecio de la ciudadanía.

Tal parece que ya olvidó o no ha querido enterarse, que el actual presidente municipal, en toda la historia de las elecciones municipales, ha sido el candidato que ganó con el porcentaje más reducido de votos, 30 por ciento. Esto quiere decir que Enrique Larios es el presidente que ha llegado con menos aceptación popular; por varias razones, pero sobre todo, por venir de fuera y por provenir del mismo partido del peor de los presidentes que ha tenido este municipio, Aurelio Lamas Luna.

El presidente municipal no debe olvidar que llegó a la presidencia producto de un fraude a la voluntad popular, quizá el fraude más grande en las elecciones de este municipio. Al inicio de la campaña, él era el candidato que menos posibilidad tenía de llegar a la presidencia. El dinero, el cemento, el abono químico, las despensas, las promesas de empleo, la compra de conciencias hicieron lo que parecía imposible. Y por si fuera poco, los principales funcionarios del consejo municipal del Instituto Estatal Electoral de Zacatecas (organismo que debe garantizar la imparcialidad y la legalidad de las elecciones), Benjamín Tovar Carrillo y Cipriano Castañeda Gómez, presidente y secretario, respectivamente, ahora trabajan en la administración municipal como funcionarios de primer nivel.

En virtud de que es poco aceptado, lo lógico sería que el presidente municipal tratara de ganarse el aprecio y el respeto de los habitantes de este municipio. Y, en el caso de la oposición, está haciendo todo lo contrario. Sigue en pie de guerra, atacando, dividiendo, tratando de debilitar a los partidos, ofreciendo empleo a algunos simpatizantes de la oposición. Esa es la mejor manera de sabotear una administración municipal, porque parece que no se ha dado cuenta que la oposición de este municipio es aguerrida, se organiza, lee, se informa, opina, participa, critica, hace propuestas y las lleva a cabo. Este periódico es una muestra de ello. Domingo 7 es producto de una alianza ciudadana que está decidida a evitar que los gobernantes hundan a este municipio; pero también queremos educar, informar al público, decir palabras con sentido humano, examinar los problemas y plantear propuestas que ayuden a poner soluciones.

La actitud descortés y arbitraria del presidente municipal ha contribuido a la unidad de la oposición. En lugar de pelear, mejor debería de llamar a todos los partidos de oposición, pero no para dividirlos ofreciendo pequeños privilegios, sino para dialogar con todos, de manera abierta, sincera y con la firme decisión de llegar a acuerdos en bien del municipio.

Mientras se empeñe en hacer caso a sus asesores que le recomiendan aplastar y ningunear a la oposición, el presidente municipal seguirá sembrando vientos. Y quien siembra vientos, cosecha tempestades.

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